Barcelona sin planificar

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Rocío y Alejandra

El que me conoce sabe que amo viajar. No solo por conocer lugares nuevos. Ese acto de traslado de un punto a otro significa desconexión, recarga de energías, archivo de memorias y recuerdos para esos días de nostalgias.

Mi amiga Soranyi Campaña me invitó a estrenar la sección de viajes de su blog turístico y a mi se me hizo, además de un honor, un gran privilegio poder compartir sobre una experiencia de viaje especial. Otro beneficio de andar por el mundo, comunicar las emociones y revivirlas cada vez que recuerdas.

Después de mucho pensar, me decidí por un viaje que hice a Barcelona mientras agotaba mi etapa de estudiante en Madrid. Era el verano de 2010 y Alejandra, una colombiana, que también residía en el mismo colegio mayor que yo, me abordó para conocer mis planes para el fin de semana.

– ¿Qué haces este fin de semana?

– Aún no he pensado nada.

– ¡Vamos a Barcelona!

Pues nos fuimos. Sin mucho planificar, hicimos una reserva en autobús, y dos noches en un hostal (para lo que alcanzaba el presupuesto) y partimos en la ruta Madrid – Barcelona de las 11:00 de la noche desde la estación ubicada en Barajas, con el principal propósito de ahorrarnos una noche de hotel y tener el sábado completo en la ciudad.  

Desde antes de llegar ya se avistaba que sería una experiencia única. Hicimos una parada en un lugar en la autopista, que no recuerdo cual era ya que estaba medio dormida. Allí me bajé a comprar agua y algo de comer. Resulta que la cajera era dominicana, al verme mulata, definió que éramos compatriotas o por lo menos de una isla cercana. Al confirmarle que llevábamos la misma nacionalidad se emocionó. Sus ojos se llenaron de nostalgia y como buena dominicana me contó su historia, el tiempo que no venía al país y a mencionarme los lugares que recordaba con alegría y que probablemente la transportaban al calor de los suyos.

Tras esa breve conversación proseguimos el viaje. Una parada técnica para cambiar de conductor y llegamos a eso de las 6:00 AM a Barcelona. Nos registramos en un hostal cerca de Las Ramblas y de una vez a lo que fuimos. Primero desayuno y luego a caminar. La Casa Gaudí, nuestra primera parada. Allí nos encontramos con un compañero del mismo programa que yo estaba haciendo en Madrid y que también eligió esa ciudad para pasar el fin de semana. Juntos, los tres, dimos varias vueltas por la ciudad.

Sagrada Familia

Al día siguiente nos fuimos a la Sagrada Familia. Tras mucho esperar hicimos el recorrido y no les niego que me pareció más impresionante por fuera. Creo, pude haberme ahorrado esos 13 euros. Pero si no entraba nunca lo iba a saber.

Tras el almuerzo coordinamos con un amigo de Barcelona que había hecho por internet. Ese día conocí a Salvador, y con él tuvimos guía de lujo. Nos llevó a ver el espectáculo de las fuentes, caminamos por el barrio gótico y terminamos cenando y tomando sangría en un lugar cerca del hostal en el que nos quedamos. Esa noche sucedió algo muy gracioso. En la madrugada, ya durmiendo, escucho un ruido en mi habitación, veo a alguien entrar por el balcón, estaba oscuro y sin mucho pensar comencé a gritar como una loca. Efectivamente, desperté a todo el lugar, a algún genio se le ocurrió lo que debí hacer desde un principio, encender la luz y nos dimos cuenta que eran las vecinas de habitación, unas chicas italianas que habían olvidado sus llaves y entraron por el balcón, solo que se equivocaron de cuarto. Después del susto no pudimos parar de reír.  

Unas horas después, mi compañera de viaje, Alejandra, nos convenció de que debíamos irnos de playa. La noche anterior había sido nuestra última noche con hospedaje, así que nos fuimos en transporte público -con todo y equipaje- para Barceloneta. Echamos el día a la orilla del mar. Incluso agarré un súper bronceado y una insolación por dormirme en la arena. Al caer la tarde, nos fuimos cerca de la estación, cenamos allí y a las 11:00 PM de ese domingo abordamos el autobús que nos regresaría a Madrid a las 6:00 AM del lunes siguiente y estar a las 8:30 en el campus de la universidad.

Estoy consciente de que una de las experiencias más agradables al viajar es probar la gastronomía de cada lugar, es otra ventana que te presenta el destino escogido. Lamento no recordar los nombres de los sitios en los que comí, recuerdo que fue muy buena comida, pero ya han pasado 7 años y no preciso los nombres.

En resumen, fue un viaje súper divertido, una experiencia que atesoraré por siempre y en la que conocí por poquito tiempo está ciudad tan encantadora que es Barcelona. Creo que ya es tiempo de volver.

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