Esta mañana, “Toli” estaba muy feliz (la Soranyi Campaña de cinco años de edad. Mi niña interior). Eran las 7:23 a.m. y Toli se lanzó de la cama descalza y subió las escaleras corriendo con destino a la terraza. Su corazón estaba agitado, casi se le salía por la boca y con gran emoción exclamó “¡Está nevando!”. En ese momento empezó a dar saltos hacia adelante y atrás – como los conejitos de las pilas Duracell- y, desde entonces, no paró de sonreír.
En Manresa, el lugar donde vivo, regularmente no cae nieve; por consiguiente, para poder verla, hace un par de años fuimos a Andorra, y allí la pude tocar. Sin embargo, nunca había tenido la maravillosa experiencia de ver cómo caía desde el cielo. Hoy, mi sueño infantil se hizo realidad.
Siempre he pensado que lo más bonito del mundo es experimentar las cosas por primera vez, y generalmente, intento vivirlas como una niña pequeña. Porque los niños no tienen vergüenza, ríen sin parar, disfrutan al máximo, son traviesos, no tienen miedo y hacen locuras. Por ello, me pregunté: ¿Qué locura haría Toli un día como hoy?, ¿Tomaría el sol o la nieve? Pues… se decidió por las dos. Agarró su traje de baño, sus gafas de sol, su toalla y se acomodó en su silla de playa. Y, durante 10 segundos, disfrutó de un “bronceado” de nieve.
El resultado está en esta estampa. Una foto (tomada por mi amado y loco compañero de vida) en la que intento mostrar, que a veces, hasta los contrastes más drásticos pueden llegar a encajar. España y República Dominicana tienen climas diametralmente opuestos, pero ambos se vuelven uno en mi corazón.
